texto y foto por: Sofía Torres
Llegué al salón extravagancias, de colores a gritos, de belleza en desorden y atmósfera de perfume vapor.
Saludó el estilista "¡Bella!" a ritmo de tango y sonrió confiado en sus ojos negros, su imagen Burton y sus tijeras plata.
Le conté mi plan suicida, pero no dijo "loca", arqueó el bigote con otra sonrisa "Pasá querida, encantado."
Me lavó el cabello y me masajeó la historia. Comenzó en mi promesa a los 5 años de jamás volver a tener cerquillo, siguió con mi vergüenza de pinta virgen de pueblo, llenó de espuma mis ilusiones quinceañeras y repasó mi decisión de volarme el pasado a tijerazos y cerrar el capítulo de mi vida colegiala.
Sus dedos repletos de anillos, sus manos olor a belleza capilar y vagos álitos de nicotina.
Otro cepillaba mi cabello cuando él, hombre tijeras, tomó un mechón con lo que pensé delicadeza o simplemente, una mirada analítica del artista frente a su materia prima.
¡Chac! Menos la rayuela y los recreos de lonchera
¡Chac! Sin pubertos enamoramientos platónicos
¡Chac! Adiós promesas del primer amor
¡Chac!...... Bienvenido olvido.