El tiempo transcurre sin que importen la ansiedad o la indiferencia, se va para quienes esperan y para todos aquellos ingenuos que creen darle la espalda. Ya no pretendo acelerarlo con impaciencia o apurarlo con aburrimiento.
Solo necesito un poco más de espacio antes de que el fin de mes me devore, alargar los minutos como cuando son de espera, escuchar ladrar al teléfono una sola vez con ese número o convencerme que de no sonar nunca, el último encuentro no tendría más importancia que el protocolo de saludo.
Ni siquiera me daré la egocéntrica visión de sus ojos reconociendo mi rostro entre la multitud ¡Cómo lo haría! Si desde que posamos los zapatos en la acera frente a la calle los nombres cambiaron a Anónimos y los rostros a sombras.
Parece restar una semana para desconocernos en la multitud y sin embargo nos separan mucho más que una acera y una semana...
(Texto corregido por Juan Carlos Cucalón )
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